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Lo que creemos como cristianos

Artículos de Fe

Declaración Doctrinal

 

Las Escrituras. Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios, la revelación de Dios al hombre; la regla infalible de fe y conducta; que fue inspirada verbal y plenariamente en sus escritos originales, y es producto de hombres controlados por el Espíritu Santo, por lo tanto es la verdad sin mezcla de error toda ella. Creemos que es el centro verdadero de la unión cristiana y la única regla infalible de todo credo y toda conducta humana: 2ª Ti. 3:16,17; 2ª P. 1:19-21.

 

La Trinidad. Creemos en un solo Dios, Creador y sustentador de todas las cosas, que existe eternamente en tres divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; que éstas tres son iguales en cada perfección divina y que tiene funciones distintas pero armoniosas en la obra de la creación, providencia y redención: Is. 45:5,21; Dt. 6:4; 2ª Co. 13:13; 1ª P. 1:2; Jn. 5:23.

 

El Dios Verdadero. Creemos en la existencia de un sólo Dios viviente, un Espíritu infinito, Hacedor y Supremo Gobernante del cielo y de la tierra; indeciblemente glorioso en santidad y digno de toda honra, confianza y amor. Que en la unidad de Dios hay tres personas: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, iguales en toda perfección divina y ejecutando oficios diferentes pero armoniosamente, en la gran obra de Redención: Ex. 20:2,3; 1ª Co.8:6; Ap. 4:11; Sal. 147:5; 83:18; Ro. 1:20; Jr. 10:10; Is.6:3; 1ª P. 1:16; Lv. 20:26; Mr.12:30; Gn. 1:26; Mt. 28:19; 1ª Co. 12:4-6.

 

Jesucristo. Creemos en el Señor Jesucristo que fue concebido por obra del Espíritu Santo y que nació de la virgen María; que es verdadero Dios manifestado en carne, vivió una vida sin pecado y en Su muerte pagó la terrible pena del pecador sufriendo en la cruz; que resucitó de entre los muertos, ascendió a la diestra del Padre para interceder por nosotros y reúne en Su persona admirable las simpatías más tiernas y las perfecciones divinas, teniendo –por tanto- las cualidades de un Salvador idóneo, compasivo, amoroso y omnipotente: Mt. 1:20-23; Lc. 1:27; Jn. 1:1-4; 14:8,9; 10:30; Fil. 2:6-8; Is.53:4-6; 1ª Ti.2:5; 1ª P.1:18,19; Tit. 2:14; He.9:28; 7:25; Hch. 4:12; Lc.24:51; 1ª P. 3:22.

 

El Espíritu Santo. Creemos en el Espíritu de Dios como una persona divina, igual como el Padre y el Hijo, de la misma esencia y naturaleza; en Su personalidad, obra en la redención, santificación y preservación. Su ministerio tiene como finalidad glorificar al Señor Jesucristo, ejecutar Su obra redentora, regenerando al perdido y dando poder al creyente para llevar una vida santa y servicial; creemos que cada creyente es sellado con el Espíritu Santo al momento de creer y que debe caminar en la llenura del Espíritu diariamente: Tit. 3:5; Jn. 16:12-15; Ef. 1:13,14; 5:18.

 

El Hombre. Creemos en el hombre como el ser creado por Dios a Su imagen y semejanza; una creación perfecta, el más alto orden de las criaturas físicas; que su origen no fue por un proceso evolutivo sino por la mano creadora del Dios del universo. Que fue creado para tener perfecto acuerdo con su Creador, para estar en paz consigo y en armonía con su medio, pero perdió todo esto -incluyendo su dignidad– por el pecado: Gn. 1:26,27; Ef. 4:17,18; 1ª Co. 2:4; Jr. 17:9; Ro.7:24.

 

La Salvación. Creemos que la fe en la obra redentora y consumada del Señor Jesucristo es el único requisito para la salvación del infierno y que esta salvación es completamente por gracia; que ninguna obra es suficiente y necesaria para ser más segura dicha salvación: Hch. 16:31; Ef. 2:8,9; Tit. 3:5-7; Ro. 10:9-13.

 

La Iglesia. Creemos en la iglesia como el cuerpo espiritual de Cristo quien es la cabeza; que la verdadera iglesia incluye a cada persona que ha puesto su fe en Jesucristo y ha sido regenerado por el Espíritu Santo. Creemos que esta iglesia se expresa en asambleas locales cuyos miembros se han bautizado en agua, confesando su fe y quienes se han asociado para adoración a Dios, instrucción, para evangelizar al mundo y para servir al Señor: Ef. 4.15; 5:23; Col. 1:18; Mt. 18:16,17.

 

El Bautismo. Creemos en el bautismo como una ordenanza de Cristo a todo aquel que se arrepiente de corazón y cree en Jesucristo; que debe practicarse solamente por inmersión en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, bajo la autoridad de una iglesia; que es un símbolo de lo que Jesucristo hizo por el pecador: murió, fue sepultado y resucitó: Mt. 28:19; Ro. 6:4; Col. 2:12; Hch. 2:41.

 

La Cena de Señor. Creemos en la Cena del Señor como un recordatorio del sacrificio de Cristo por la humanidad y un anuncio del pronto advenimiento del Señor por los suyos; consiste en los elementos del pan y el fruto de la vid, que representan el cuerpo sacrificado del Señor y Su sangre derramada en la cruz; que debe siempre ser presidida por solemne auto evaluación y que sus participantes deben ser creyentes sumergidos: 1ª Co. 11:23-19; Hch. 2:41,42; Mt. 26:17-29.

 

Las Últimas Cosas. Creemos que los eventos proféticos han de suceder tal y como lo describen las Escrituras: el Rapto, la Gran Tribulación, el gobierno del Anticristo, el Reino Milenial de Cristo, el Juicio del Gran Trono Blanco, el Tribunal de Cristo, la Nueva Jerusalén: 1ª Ts. 4:16,17; Dn. 9:26; 12:7,11; 9:27; 11:36; Mi. 4:1-8; Ap. 19:15,16; 20:11-15; Ro.14:10-12; He.12:22-24.

 

La Caída del Hombre. Creemos que el hombre fue creado en inocencia (a imagen y semejanza de Dios) bajo la ley de su Hacedor, pero por trasgresión voluntaria Adán cayó de su impecable y feliz estado, y todos lo hombres son totalmente depravados, siendo participes de la naturaleza caída de Adán; es el hombre pecador por naturaleza y por conducta, de tal manera que está bajo justa condenación, sin defensa ni excusa: Gn. 1:26-31; 3:1-6; Ecl. 7:2; Ro. 5:12-19; Ez. 18:19,20; Ro. 3:23; 6:23.

 

El Nacimiento Virginal. Creemos en el nacimiento de Cristo como un acontecimiento maravilloso; que fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de una virgen llamada María, siendo el Espíritu de Dios el punto de unión de las dos naturalezas de Jesucristo, la divina por el Espíritu Santo y la humana por María. Que en su concepción, la deidad y la humanidad se unieron y el resultado fue el Dios-hombre; la humanidad de Jesús para poder morir en la cruz y Su divinidad para poder salvar al pecador: Jn. 3:17; Is. 7:14; Mt. 1:22,23; 1ª Ti. 3:16.

 

La Resurrección y Sacerdocio de Cristo. Creemos en la resurrección corporal de Cristo y en Su ascensión al cielo, donde ahora se sienta a la diestra del Padre como nuestro Sumo Sacerdote intercediendo por nosotros: Mt. 28:5-7; Lc. 24:39; Jn. 20:27; 1ª Co. 15:4; Mr. 16:6; Lc. 24:2-6,51; Hch. 1:9-11; Ap. 3:21; He. 8:6; 12:2; 7:25; 1ª Ti. 2:5; 1ª Jn. 2:1.

 

La Creación. Creemos en la creación de todas las cosas, el universo, la flora, la fauna, el ser humano, todo lo visible e invisible, como un acto creativo directo de la mano y Palabra de Dios sin ningún proceso evolutivo; que el hombre fue creado por la obra directa de Dios y no de formas de vida previamente existentes, y que todos los hombres descendieron de los históricos Adán y Eva, los primeros padres de toda la raza humana: Gn. 1:1-31; Sal. 89:9,11,12ª; 104:1-30; 148:5,6;Is. 45:12; Ef. 3:9; Col.1:16,17; Jn. 1:3; Ap. 4:11.

 

El Diablo. Creemos en la realidad y personalidad de Satanás –el diablo- que fue creado por Dios originalmente como un ángel, pero que por orgullo y rebelión llegó a ser el enemigo de su propio Creador; que se convirtió en el dios no santo de esta era y el gobernador de todos los poderes de las tinieblas, y que está destinado al justo juicio eterno en el Lago de fuego: Mt. 4:1-11; 2ª Co. 4:4; Ap. 20:10; Is. 14:12-15.

 

La Gracia y el Nuevo Nacimiento. Creemos que para ser salvo el convicto pecador debe nacer de nuevo, es decir, ser una nueva creación en Cristo Jesús; esto ocurre en un acto y no mediante un proceso; que en el nuevo nacimiento el pecador muerto en sus pecados y delitos es hecho participe de la naturaleza divina y recibe la vida eterna, el regalo gratuito de Dios. Dicha nueva creación es lograda gracias a nuestro soberano Dios en una forma que va más allá de la comprensión, solo por medio del poder del Espíritu Santo en conexión de la verdad divina: Jn. 3:3; 2ª Co. 5:17; 1ª Jn. 5:1,4; Hch. 16:20-33; 2ª P. 1:4; Ro. 6:23; Ef. 2:1-5; Col. 2:13; Jn. 3:8; Ef. 5:9,10; 1ª P. 1:22,23.

 

El Arrepentimiento y la Fe. Creemos que el arrepentimiento y la Fe son requisitos indispensables para la salvación; que el arrepentimiento es hacia Dios y la fe depositada en Cristo Jesús; que están íntimamente relacionados entre sí. Que ambos elementos son obra de Dios en el corazón del pecador, y que por medio de ellos el perdido –sinceramente contrito- reconoce a Cristo como su único y suficiente Salvador, es salvo de la condenación: Lc. 13:3,5; Mr. 1:15; Ef. 2:8; Jn. 3:16,18,36; Hch. 20:20,21; 11:18; 2:38; Mt. 21:32; Ez. 18:31,32; Is. 55:7; Hch. 16:30,31; Ro. 10:9-11; Gá. 2:16; He. 4:14.

 

La Justificación. Creemos en la justificación como el acto judicial de Dios en el cual Él declara al creyente justo, como si nunca hubiera hecho algo malo, basándose en la justicia de Cristo que le ha sido imputada, la cual es dada no en consideración de las obras de justicia que hayamos hecho, sino únicamente por medio de la fe en la sangre derramada del Redentor: Ro. 3:24; 4:5; 5:7, 9,19; Gá. 2:16; Fil. 3:9; Hch. 13:39; Ro. 4:22-25; Tit. 3:7.

 

La Santificación. Creemos que la santificación es la separación divina del creyente para Dios, lograda mediante tres formas: la primera, una obra eterna de Dios basada en la redención de Cristo, estableciendo o colocando al creyente en una posición de santidad al momento de que éste confía en el Salvador; la segunda, es un proceso que continúa en los santos a medida que el Espíritu Santo aplica la Palabra de Dios en la vida; y tercero, la culminación de este proceso en la venida del Señor por los Suyos: He. 10:10-14; 3:1; Jn. 17:17; 2ª Co. 3:18; 7:1; 1ª Co. 1:3; Ef. 5:25-27; 1ª Ts. 4:3,4; Ef. 1:4; Pr. 4:18.

 

La Seguridad Eterna. Creemos que toda persona que deposita su confianza en Cristo Jesús para salvación, tiene la convicción plena de ser conservada eternamente; que no existe nada ni nadie que pueda dar al creyente la garantía de la salvación, excepto Cristo mismo; esto descansa sobre el fundamento de la Palabra de Dios al declarar que al estar en Sus manos “nadie las arrebatará” y “no perecerán jamás”. La seguridad eterna de salvación descansa en la obra expiatoria de Cristo; Su muerte vicaria es completa y suficiente para que el cristiano viva seguro; creemos que el creyente cuenta con la presencia del Espíritu Santo que le da testimonio de que realmente es un hijo legitimo de Dios; la salvación es segura, no se pierde, nadie puede dejar de ser hijo de Dios. Que una vez siendo salvo lo que puede perderse es el gozo de la salvación y la comunión con Dios, mas nunca la salvación: Is. 32:17; 1ª Jn. 5:11-13; 2ª Ti. 1:12; He. 3:14; Jn. 6:37; 10:27-29; Ro. 8:37-39; Jn. 19:30; 1ª Jn. 4:13,14; 5:20; Jn. 3:16,18; 5:24; Ro. 8:1; 1ª Co. 11:31,32; Ef. 1:13,14; 4:30; Jd. 24.

 

El Pecado. Creemos en el pecado como cualquier falta de conformidad al carácter de Dios; es errar al blanco; es decir, transgredir y no obedecer la voluntad perfecta de Dios. Creemos que el pecado tuvo su origen con “Lucero” antes de convertirse en Satanás, y vino al mundo por medio de Adán al transgredir el mandato de Dios, habiendo provocado que el pecado se universalizara y como consecuencia produjo la muerte física y la espiritual: Gn. 2:17; Sal. 51:5; Is. 14:12-15; Ro. 3:9-12; 3:23; 5:12; 6:10,23; 11:32.

 

Los Ángeles. Creemos en los ángeles como seres sobrenaturales y celestiales creados por Dios para ministrar a los que serán herederos de la salvación y ejecutar la voluntad divina; que son manifestados y reconocidos en las Escrituras como mensajeros de Dios y guardianes de los herederos de Dios. Que defienden el carácter santo de Dios y están delante de él para adorarlo siempre; que la existencia de estos seres fue por creación divina y no por nacimiento, ya que no pueden reproducirse, ni morir. Que son muchos e incontables en número, que tienen habilidades superiores al hombre; creemos en la intervención de los ángeles a través de toda la historia ayudando a los escogidos de Dios y ejecutando Sus juicios en el pasado, presente y futuro. Que hay ángeles santos o escogidos, que son los que fueron confirmados en santidad y no siguieron a Satanás en su rebelión; y ángeles caídos, llamados también demonios: 2º Sam. 6:2; Is. 37:16; 6:1-3; Sal. 148:1,2; Mr. 12:25; Mt. 22:30; Lc. 20:36; 2º R. 6:17; Sal. 58:17; He. 12:22; 1:5; 2:6,7; Job 38:7; Gn. 3:24; 16:10; Dn. 3:25-28; Mt. 1:20; 2:13,19; 26:56; 25:31; 13:41,49; Lc. 12:8; Ap. 8:1-9; 1ª Ti. 5:21; He. 1:14; 1º R. 19:5; Sal. 91:11; Dn. 3:28; Mt. 26:53; Sal. 104:4; 103:20.

 

La Perseverancia de los Santos. Creemos que todo aquel que verdaderamente ha sido salvo por la gracia de Dios, no apostatará de la fe, sino que perseverará pues Cristo le guarda y le custodia; que su adhesión a Cristo permanente es una señal notable de ser parte de la familia de Dios y no perseverará para ser salvo sino por ser un hijo de Dios perseverará hasta la Venida del Señor: Jn. 8:31; 1ª Jn. 2:27,28; 2:19; Fil. 1:6; He. 10:39.

 

El Gobierno Civil. Creemos que el gobierno civil existe por institución divina, para los intereses y buen orden de la sociedad humana; y que por nuestras autoridades y gobernantes debemos orar, honrándolos en conciencia y obedeciéndoles, salvo en las cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, único Dueño de la conciencia y Príncipe de los reyes de la tierra: Ro. 13:1-7; Mt. 22:21; Tit. 3:1; 1ª P. 2:13,14; 1ª Ti. 2:1-4; Hch. 5:29; Ap. 19:16.

 

La Separación Bíblica. Creemos en la obediencia a los mandatos bíblicos de separarnos de la mundanalidad, modernismo y la apostasía eclesiástica; en la separación en cuanto a: la unión o cooperación con incrédulos; con creyentes que practican tal unión con incrédulos; con creyentes que, desviados de la sana doctrina aceptan el modernismo, la mundanalidad, la apostasía y el ecumenismo; con grupos carismáticos y de quienes practican tal unión o cooperación con ellos: 1ª Ti. 6:3-5; 2º Cr. 19:2; 2ª Ti. 2:17-19; 2ª Co. 6:14-7:1; Ro. 16:17,18; 2ª Ts. 3:6; 2ª Jn. 9-11; 1ª Jn. 2:15-17; Stg. 4:4.

 

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Esta Declaración de Fe no incluye ni agota todo lo que creemos (la misma Biblia es nuestra única fuente de fe), sin embrago, fielmente representa la enseñanza de la Biblia. 

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